Saturday, November 18, 2006

Despertar...


A las 7 de la mañana de cada día, los dormitorios se poblaban de ruidos y andares de las "tías" que proclamaban el momento de levantarse.
Rápidas algunas, entumecidas otras, nos dirigíamos a la ropería en busca de nuestros útiles de aseo para el baño diario.
La ropería era una amplia habitación con muebles que contenían los casilleros de todas nosotras y marcado con aquel número que nos identificaba más que el nombre....Yo era el 8; toda mi humanidad y patrimonio lucía este signo y sólo faltaba que me lo imprimieran, a fuego, en mi frente.
Una vez que lográbamos asir el despertar y cogíamos los bártulos, pasábamos a un tocador, plagado de lavamanos, duchas y retretes que revivían cada mañana con nuestros bostezos y alaridos por el frío de las baldosas y la inclemencia del agua helada.
La ducha fría era para que templásemos nuestro carácter y creciésemos al amparo del rigor que nos alistaba para sobrevivir cualquier infortunio que pudiera asaltarnos a la vuelta de una de las tantas esquinas de la vida...

Creo que me duché muy poco en mi infancia.

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