Raíces...

Yo era una de las mejores dotadas para ése y otros menesteres, ya que mi condición de hija única me hacía gozar totalmente del escuálido sueldo de mi madre.
Provenía de una familia de trabajadores y estudiantes, integrada por mi abuela (todo un personaje de antología por el poder absoluto del lado más oscuro y pernicioso de sus genes); mi madre, una mujer joven que se había visto enfrentada al mundo del trabajo luego de infructuosos y rebeldes intentos por estudiar y por un embarazo repentino que le había trastocado la vida a los 20 años; y mis dos adolescentes tíos: José, que intentaba ser el hombre de la casa en medio de un matriarcado implacable y Pamela, mi tía distinta, rebelde, que parecía más un accidente en la casa que una integrante sanguínea de la familia... y yo, una persona con apellidos prestados y a punto de cristalizar un desarraigo venoso e imperecedero: crecer en dos mundos: tener una vida de lunes a viernes y otra los fines de semana.